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El origen de mi historia como deportista

  • Foto del escritor: Sandra Caero
    Sandra Caero
  • 13 nov 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 16 dic 2020

Sandra Diana Caero Ávila, esa soy yo, una chica que desde los siete años empezó a sentir lo que es la adrenalina, a luchar por sus objetivos y a vivir experiencias inolvidables.

Era el 2007 cuando entré al colegio Constantino I, este acostumbraba hacer una verbena a finales de octubre, donde los estudiantes demostraban su talento, ya sea cantando, bailando, contando chistes, etc.

Para que sea un evento formal, en el área del baile, contrataron al profesor y director de la escuela de danza Attitude, Luisseppe Dyle, quien enseñó coreografías a varios cursos y que, gracias al él, dicho evento se llevó a cabo en el teatro Adela Zamudio.

Recuerdo que mis padres, además de mi hermano mayor, estaban emocionados ya que era la primera vez que me iban a ver bailar.

Cuando llegamos al teatro vi que había una montonera de gente, por un instante parecía que el teatro iba a reventar. En eso busqué a mis compañeros, ya que no los veía por ningún lado. Resulta que estaban alistándose en los vestidores, éramos el primer número en presentarse.

Pasó unos minutos y nos llaman para subir a la tarima, todo estaba completamente oscuro y en silencio. Una vez ya listos en nuestras posiciones empieza a sonar la canción del Rey León, ya que nos habían armado la coreografía con ese tema. Las luces comenzaron a encenderse, tenía mucho miedo, los nervios me estaban consumiendo, mi corazón empezó a acelerarse, y mi estómago daba vueltas y vueltas, no sabía lo que me pasaba, nunca había sentido esto. Pero a lo lejos escuché mi nombre, sabía que era mi hermano mayor dándome ánimos, así que se me fueron los nervios, y empecé a disfrutar el baile. Estaba tan emocionada que se me olvidó que los demás existían, era el teatro y yo. Sin duda alguna, esa noche fue una de las mejores experiencias que viví.

A la semana siguiente, mis padres fueron a una reunión del colegio por la noche. Cuando llegaron a casa, ambos decidieron hablar conmigo. A un principio creí que me reñirían por algo, ya que era una niña un tanto indisciplinada y creí que el profesor se había quejado por mi conducta, pero no fue así.

Mi madre, Lourdes Ávila, con una sonrisa de oreja a oreja, dijo: “Hija, hoy en la reunión el profesor Luisseppe nos comentó que eres una chica talentosa. Es por eso que quiere darte la oportunidad de que seas parte de la escuela de danza Attitude con una beca completa. ¿Aceptas? Esto ya es decisión tuya. Nosotros te apoyaremos en lo que sea”.

Obviamente estaba muy contenta así que, acepté ser parte de la academia. Iba a compartir escenario junto a otras amigas que también fueron becadas, sobre todo iba a vivir nuevas experiencias y desafíos.

Esa fue una gran oportunidad que tuve. Es desde ahí que la danza era algo más que un hobby, era mi vida. Gracias a esta escuela di mis primeros pasos como bailarina. Pasé seis años bailando en diferentes ciudades, lugares, teatros, etc. Competimos con otras academias, donde fuimos reconocidos tanto a nivel departamental como nacional.

Después de esos largos años, la danza me dio la oportunidad de pertenecer a un club de gimnasia rítmica, donde estuve por ocho años, desde mis 10 hasta los 18. Es así como me despedí de la danza, pero gracias a ella, no tuve ningún problema por adaptarme al club, ya que tenía una buena base.

Gimnasia rítmica es una disciplina deportiva que combina elementos de ballet, gimnasia y danza, con el uso de aparatos como: la cuerda, el aro, la pelota, las mazas y la cinta. ​ Ser flexible y saber bailar no eran un obstáculo, aunque si me fue difícil a un principio manejar dichos aparatos, pero con el tiempo supe dominarlos.

Durante todos esos años aprendí lo que era competir, lo que era esforzarse para llegar al éxito, a no claudicar, pero lo más importantes fue aprender a trabajar trabajo en equipo. Por más de que caigas, tienes que seguir levantándote. Como algunos dicen: “Si quieres lograr tus metas, suda la camiseta”.


 
 
 

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